ORACION A NUESTRA SEÑORA DE LA PRECIOSISIMA SANGRE
Maria, te saludamos reina de la preciosa Sangre de Jesús, porque la Sangre divina es el título Supremo de tu reinado sobre el mundo entero.
Estás unida a la ofrenda de la sangre que el Cordero Inmaculado Jesús ha vertido para la reconciliación de Dios con los hombres y entre ellos. Por esto eres para nosotros Madre de la gracia y dadora de todos sus beneficios, sobre todos tus hijos aquí en la tierra y sobre las almas del purgatorio.
Te rogamos, oh Madre que por tu intercesión todos obtengamos una gran efusión de esta Sangre adorable, sobre el Papa, sobre obispos, sacerdotes, sobre las personas consagradas, sobre los que sufren, sobre los fieles del pueblo de Dios, sobre todos, porque al purificarnos y renovarnos en la sangre de Cristo, podremos alcanzar la plena comunión con Dios y celebrar el triunfo de la Sangre del Cordero en la Jerusalen celeste.
Amén.
La imagen de Nuestra Señora de la Preciosa Sangre se remonta, en nuestra tradición, a San Gaspar del Búfalo. Él tomó una pintura de un artista anónimo de María cargando al Niño Jesús en su brazo derecho, con su mano izquierda extendía una invitación, la cual era ampliamente conocida en la Italia central de esa época.
Sobre esta pintura, él ordenó al pintor Pozzi que agregara un cáliz en la mano del Niño Jesús. (Por esta razón, esta pintura es conocida en algunas regiones, tales como Italia y Alemania, como ‘la Virgen del Cáliz’). Esta pintura llegó a estar estrechamente relacionada con las misiones populares que predicaban San Gaspar y su grupo de misioneros.
San Gaspar estaba habituado a decir que era la Virgen la que predicaba las misiones. Por un tiempo, esta imagen de la Virgen, mostrada en cada misión emprendida por los misioneros, era el símbolo que identificaba más a la joven congregación misionera que la cruz misionera misma.
¿Cómo habló esta imagen de Nuestra Señora de la Preciosísima Sangre al pueblo de la primera mitad del s. XIX? Se tiene que comprender en el contexto de cómo la devoción de la Preciosa Sangre era entendida en esa época. La clave a esa devoción era ver la sangre de Cristo derramada en la cruz como signo del irresistible amor de Cristo por nosotros, aun cuando seamos pecadores.
La visión de la sangre (y por extensión, del cáliz) había de provocar la contrición por el pecado, y de aumentar el celo por participar en la obra salvadora de Cristo llevando una vida renovada y recta. Que el niño Jesús porte la copa subraya la inocencia del sufrimiento de Cristo y su gran autodonación a nosotros. La participación de María en esta invitación a contemplar el cáliz sólo refuerza esta comprensión de autodonación y nuestra respuesta a ello.
La contraposición de la inocencia y el sufrimiento, y de una madre que, en su amor, nos invita a entrar en el sufrimiento de su hijo inocente, conlleva a una imagen poderosa y conmovedora. Su efecto sobre aquellos en las misiones populares, incluyendo la Santa María, muestra cómo ayudó a aumentar la devoción y dedicación entre los cristianos de esa época.
La devoción a la Preciosa Sangre a lo largo del s. XIX y durante gran parte del s. XX planteó a la sangre de Cristo como signo del amor de Cristo. La contemplación de los derramamientos de sangre de Jesús tuvo la intención de remover las emociones de contrición, celo por las cosas de Dios, y el compromiso a una vida cristiana más profunda. Éstos son valores fundamentales para la vida cristiana.
Su propio sufrimiento llegó a ser una forma o modelo en la que podemos colocar nuestros propios sufrimientos. Es importante recordar que el sufrimiento en sí mismo no eleva o ennoblece. Sólo cuando somos capaces de asociar nuestro sufrimiento con algo más grande o grandioso que nosotros mismos, hay una oportunidad de que el sufrimiento se haga redentor. Para los cristianos, algo más grande o más grandioso es el sufrimiento de Cristo, a través del cual todo el mundo está redimido y reconciliado con Dios.
ORACION DE PROTECCION A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
Mira Señor que necesitada está mi alma de Tu protección.
Limpia con Tu preciosa Sangre mi corazón del resentimiento, del rencor, del odio, de la indiferencia, de la mentira, de la traición, del egoísmo, de la falta de fe, de la falta de esperanza.
Señor, ten piedad de mi, porque sé que cada vez que escucho los malos pensamientos, me alejo de Ti y quiero siempre estar junto a Ti, sé que soy débil y sòlo contigo puedo vencer.
Por Tu dolorosa Pasión, por Tu Preciosa Sangre derramada por amor a toda la humanidad, ayúdame! Líbrame del mal, fortalece mi mente e ilumínala para que sepa discernir el bien del mal, y siempre siga los pensamientos bondadosos, que construyen, que unen, que aman y haga el bien por donde pase.
Por Tu Preciosa Sangre convierte mi alma verdaderamente, que solamente actúe dando testimonio de Ti, que sea un instrumento de Tu Amor, un instrumento de Tu Paz y sólo yo viva para Ti y Tu vivas para siempre en mí.
Oh Preciosísima Sangre de mi amado Jesús, Tú has vencido al maligno, y ya no puede acercarse a Ti, porque todo lo has bañado con Tu amor. Cúbreme y del enemigo defiéndeme!
Santa Sangre de Cristo, lávame!
Amén.
Devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo:
La fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, fue instituida en 1849 por el papa Pío IX, y fue elevada al rango de Fiesta doble de la clase por Pío XI, con ocasión del decimonono centenario de la muerte del Salvador (1900 años de su muerte).
En el año 1960 dispuso Juan XXIII introducir en las letanías de la Bendición eucarística la alabanza: Bendita sea su Preciosísima Sangre.
La extraordinaria importancia de la Sangre salvadora ha hecho que su memoria tenga un lugar central y esencial en la celebración del misterio del culto.
Ante todo en el centro mismo de la asamblea eucarística, en la que la Iglesia eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el “cáliz de la bendición” (1 Cor 10,16).
Y lo ofrece a los fieles como sacramento de verdadera y real “comunión con la sangre de Cristo” (1 Cor 10,16), y también en el curso del Año Litúrgico.
La Iglesia conmemora el misterio de la Sangre, no sólo en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Señor, en el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Sino también en otras muchas celebraciones, de manera que la memoria cultual de la Sangre que nos ha rescatado (1 Pe 1,18) está presente durante todo el Año.
Así en el Tiempo de Navidad, en las Vísperas, la Iglesia, dirigiéndose a Cristo canta:
“Nos quoque, qui sancto tuo/ redempti sumus sanguine,/ ob diem natalis tui/ hymnum novum concinimus”: “Nosotros los redimidos por tu sangre, en el día de tu nacimiento te cantamos un himno nuevo”.
Y en el Triduo Pascual, el valor y la eficacia redentora de la Sangre de Cristo son conmemoradas y adoradas constantemente.
El Viernes Santo, durante la adoración de la Cruz, resuena el canto: “Mite corpus perforatur, sanguis unde profluit;/ terra, pontus, astra, mundus quo lavantur flumine!”;
“Traspasado el cuerpo manso, de donde brotó la sangre que lavaron la tierra, el mar y los astros”.
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